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Acababa de salir de la iglesia, el rosario aún estaba
caliente de tanto sobarlo, iba cuesta abajo. Su mujer a otro ritmo...puede que su calvario fuera
más pesado.
Esta vez no salío una pregunta de mi boca, pero por todos
lados las había.
Mi cara pedía permiso al paisano para retratarle, el paisano
me preguntaba con la mirada que a cuento de qué le iba a hacer una foto y la
mujer del paisano, acelerando el paso por la situación, se debía preguntar qué pasaba ahí abajo.
Clic, clic,..., el buen hombre titubeaba, no sabía si
quitarse de delante del objetivo, o posar, o mirar hacia otro lado,..., clic.
Así que el signo de interogación pareció ser una aparición
divina...
Unos minutos antes, en la casa de dios, este elegante
paisano también se debió hacer unas cuantas preguntas... pero ahí las preguntas
no se suelen responder como se debiera... con la iglesia hemos topado.
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